

Manuela Lora/MS
Fotos: Frainy Ceballos/MS
LAS TERRENAS, SAMANÁ (RD).- Más de 20 años han pasado desde que Sigi de García “escapó” de Austria hacia el Caribe tras el sueño de crecer en su carrera, la hotelería, ya que allá, a pesar de ser un país enfocado al turismo, si no se es dueño de la propiedad hotelera, son ínfimas las posibilidades de alcanzar puestos de alto rango en los mismos.
La razón de esto es que, al contrario de República Dominicana, en ese país predominan los hoteles boutiques, de pocas habitaciones, y regularmente son propiedades familiares que pasan de generación en generación.
Sus ojos del color del mar se pierden en el azul del cielo al recordar su primer día en la República Dominicana. Llegó a las seis de la mañana en un vuelo de Iberia a la Capital dominicana, y se trasladó al antiguo aeropuerto de Herrera para tomar una avioneta que la trasladaría a Samaná, donde al llegar, el piloto tuvo que dar dos vueltas sobrevolando la pista improvisada porque estaba llena de animales.

Llegó a trabajar al hotel El Portillo, cuando éste solo contaba con 176 habitaciones y 10 cabañas.
VIAJE.- Llegó directamente a trabajar a Las Terrenas, lugar en el que por primera vez vio un coco, y no porque ella lo afirme, si no porque es lo que practica y vive, Sigi está profundamente enamorada de Samaná, sus playas, su gente, su libertad y, por supuesto, del trabajo que realiza como gerente general del hotel Grand Bahía Príncipe El Portillo.
Conocerla a ella y ver el trabajo que hace es realmente contrastante, y es que se trata de una profesional con un espíritu muy libre, simple, pero poderoso, muy apasionada con lo que hace y con el objetivo claro de tener una solución para cada circunstancia. Su carácter y fuerte personalidad se mezclan como agua y azúcar con su capacidad de atención al cliente.
Además de encontrar el paraíso, Sigi también encontró el amor en un dominicano con el que disfruta desde hace más de dos décadas de una vida llena de felicidad. La mala experiencia que tuvo cuando pasó el huracán Georges en 1998, hizo que determinara mudarse en una colina ubicada en El Limón, con una vista al mar que ella define como inigualable e impresionante. Allí, dice, tiene una burra y un chivo, ambos animales “con el complejo de creer que son personas”, dijo.

Su carácter y fuerte personalidad se mezclan como agua y azúcar con su capacidad de atención al cliente.
HOTEL.- Llegó a trabajar al hotel El Portillo, cuando éste solo contaba con 176 habitaciones y 10 cabañas; tuvo la oportunidad luego de viajar a Cuba para trabajar en la cadena Riu, desde donde se trasladó hacia Punta Cana a trabajar en el Riu Bambú, para regresar en corto tiempo a Las Terrenas, al mismo hotel, transformado en esta ocasión en un impactante complejo hotelero con 606, dos piscinas, ocho bares un parque acuático, y una propuesta gastronómica de nivel internacional, no solo por la variedad y la calidad de los productos utilizados, sino por la experiencia y creatividad del chef ejecutivo del hotel.
Sigi está orgullosa de su hotel, su trabajo, pero más que nada del equipo de colaboradores que la acompaña, que en su mayoría, no solo es dominicano, específicamente, son colaboradores de la zona.
“Son gente que su mundo gira en torno a Samaná, a sus playas, a su libertad. Gente que piensa en azul, que ama demasiado lo que hace, que se entrega a su trabajo de manera respetuosa. Y es lo que me gusta de ellos en comparación con la hotelería de otros países. Si hay una situación, el dominicano corre y busca”, afirmó la profesional hotelera, que maneja alrededor un promedio de 620 empleados.

La labor es regularmente titánica, pero Sigui la vive a plenitud.
HOTELERA.- La labor es regularmente titánica, pero Sigui la vive a plenitud, especialmente en este hotel en el que regularmente reciben cada fin de semana entre 1500 y 2000 huéspedes, y donde se pueden reunir entre ellos unos 260 niños, hecho que la compromete a contar con una propuesta de entretenimiento que sea sana, divertida e inolvidable.
Las dos cualidades del hotel que más le gustan a Sigi son su tranquilidad y su alegría, pero al escucharla hablar sobre el mismo, es obvio que le llena de emociones el tener la responsabilidad de estar atenta a cada detalle, área y propuesta, en fin, servir con amor es su pasión, y esto se refleja en el Grand Bahía Príncipe El Portillo.